Un ataque de pánico es una respuesta biológica de nuestro cuerpo ante algo que nos produce miedo, se suele producir de forma repentina y provoca reacciones físicas graves, falta de aire, sensación de frio, temblores...
En la inmensa mayoría de los casos y con la ayuda y el tratamiento de un/a bueno/a profesional, es posible que una persona deje de sufrir ataques de pánico repetidos. Pero para ello, es importante acudir a un médico quién podrá confirmar el diagnóstico y recomendar una terapia adecuada para cada caso.
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Los tratamientos actuales
suelen consistir en terapias de tipo psicológico que nos ayudan a comprender
que hay muchas personas que sufren lo mismo, que es una condición muy común,
que no nos estamos volviendo locos, que no nos vamos a morir por esto. Se trata
de lograr una reestructuración cognitiva, es decir, de cambiar la forma
de pensar del paciente.
Una vez el paciente se sienta
más positivo, optimista y realista ante su problema, el terapeuta
le ayudará a identificar el "gatillo" que suele provocar sus
ataques de pánico. Esto puede ser un pensamiento, una cierta situación,
una cierta actividad o algo tan sútil como un pequeño cambio en
el latido del corazón. Una vez que el paciente identifique qué,
en su caso, actúa como gatillo o detonante de un ataque, puede aprender a controlar
las síntomas que vienen después.
La última fase del tratamiento suele centrarse en ayudar al paciente realizar aquellas actividades que evite por miedo a que le provoquen un ataque de pánico. Se trata de hacerle ver primero, que en realidad no siente miedo ante estas actividades en sí (conducir, entrar en sitios con mucha gente, beber café, subir en un avión, hablar en público...) En realidad tiene miedo a sufrir un ataque de pánico mientras las realice.
Luego aprende que las síntomas de ansiedad que puede sentir al realizar estas actividades no tienen por qué convertirse en un ataque de pánico y que pueden ser controlados por el propio paciente. La terapia ayuda al paciente poco a poco a recobrar su confianza, a controlar las síntomas y a perder el miedo de sufrir un ataque y, como consecuencia, a realizar las actividades que antes evitaba con total normalidad. Suelen ser tratamientos muy graduales (nunca de golpe o forzados) que permitan al paciente recobrar paulatinamente la confianza en sí mismo y perder las fobias adquiridas.
Técnicas de relajación pueden ayudarnos a "navegar" por un ataque de pánico, como si el paciente estuviese navegando un barco por las olas. Tanto técnicas de respiración como de visualización pueden ayudar a tener menos miedo durante un ataque, a lograr que sean más cortos e incluso a prevenir futuros ataques.
Algunas veces un médico recetará medicamentos antiansiolíticos o antidepresivos a personas que sufren un excesivo número de ataques de pánico debido a un alto nivel de ansiedad. La homeopatía también puede ser una buena opción para aquellas personas que prefieren evitar los medicamentos fuertes.
Finalmente, puede ser útil compartir tus experiencias con otras personas que han experimentado un ataque de pánico o, en algunos casos, han aprendido a convivir con su ansiedad.
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