Comentario sobre la obra El Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad
No recuerdo obra de la que haya leído tantos y tan dispares comentarios. También he observado que sus lecturas con frecuencia se han hecho bajo un único aspecto, de los muchos por los que se puede recorrer la singular historia de un capitán, Charlie Marlow, en su viaje por el río Congo, viaje soñado ya desde su infancia. Va a prestan servicio a una compañía comercial establecida en aquella zona, en donde ha de encontrarse con un hombre, Kurtz, encargado del puesto del interior, al que le precede una extraordinaria y misteriosa fama. Lo que descubre Marlow después de una serie de terribles peripecias, es que en aquella colonia se perpetran incalificables rapiñas (maderas, marfil etc.) así como abusos, torturas y masacres contra los indígenas quienes, por su parte, están también sumidos en un estado de salvajismo que llega incluso hasta el uso de la antropofagia. Cuando Marlow al fin puede encontrar a Kurtz, descubre que aquel hombre del que se hablaba con veneración y rectitud, padece una extraña regresión que le ha llevado a participar en ceremonias rituales e incluso a proclamarse rey de una tribu. Perdido, al parecer, el juicio, mantiene relaciones con una extraña indígena e incluso se rumorea que "haya sucumbido a los encantos de la antropofagia". Kurtz muere allí. La selva actúa como un magma que engulle y transforma al ser humano, y esa transformación es lo que hace del relato una plataforma para la reflexión tan profunda y diversa como lo exigen las preocupaciones vitales del ser humano.
Al final del relato, Marlow, ya en Bruselas, va a visitar a la afligida novia de Kurtz. Ella alaba la condición de honorabilidad del muerto, opinión que el capitán no se atreve a contradecir y también le alaba, desfigurando así la verdad de lo que ha sucedido y, por ende, contribuyendo a mantener la mentira colectiva sobre la que yace la dudosa paz de la conciencia social.
Aconsejaría al lector que tras la lectura de esta breve pero intensa novela, sienta la necesidad de pararse a reflexionar, que sitúe el relato y lo contemple desde el momento en que fue escrito: aquel punto del siglo XIX en el que al rey Leopoldo de Bélgica, la historia le acusa de haber provocado varios millones de muertos en el Congo, millones de cadáveres que empedraron su ascenso para transformar aquellas tierras africanas en una empresa privada del propio rey, una empresa bastante parecida a un feudo medieval. Un periodo vergonzoso que alguien lo ha comparado con los acontecimientos posteriores que protagonizaron Stalin, Hitler, o el mismo Pol Pot… Ese es el aspecto real y más visible de este relato, la crítica social frente a los desmanes del colonialismo, de los excesos de la civilización occidental en su viaje hacia la rapiña más deshonesta y brutal. Una vía posible de interpretación.
Pero Conrad, evidentemente quiso decir mucho más, como así lo entendieron V. Woolf (el hombre primitivo simboliza el amor a la vida y forma parte de una manera inconsciente, del hombre contemporáneo) o Kafka (cree, en cambio, que la distancia del hombre contemporáneo y el primitivo es insalvable y que, por ello, el hombre moderno está abocado a la añoranza). Ellos vieron, de una manera u otra, el viaje de Marlow como una ida hacia el pasado, hacia el origen primordial, propio de estudio en la Filosofía de la Historia y que desborda este sencillo comentario. Otros han hablado de un complejo estudio de emociones humanas, del problema de la soledad, de la lucha del hombre en su enfrentamiento con las fuerzas de la naturaleza, de la fuerza de los poderes ocultos de los bosques, o incluso que Kurtz simboliza la fusión de las tinieblas de la selva con la oscuridad del interior del ser humano…
Pero Conrad sabe que para transmitir lo que quiere y con la potencia que lo deseaba, ha de apelar a través de su lenguaje, a la capacidad de deleite y asombro del propio lector. "El objetivo artístico -dice- cuando se expresa por medio de la palabra escrita, debe aspirar con todas sus fuerzas a la plasticidad de la escultura, al color de la pintura y a la sugestibilidad mágica de la música, que es el arte de las artes." Así pues, todos los sentidos deben entrar en juego mientras leemos. De esta manera el autor nos ha podido introducir en el corazón de aquella selva en donde tan terriblemente palpitaba la esencia oscura del ser humano, y con tanta potencia que a veces nos ha dado la sensación de que nuestras manos estaban llegando a ese punto en donde nos fuera posible, si no entender, tal vez vislumbrar aquella luz que metafóricamente y en un pasaje del libro, él vio reflejada en unas fichas de dominó.
Sin duda, un excelente libro de cabecera.
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