Pero es importante recordar que durante la adolescencia nuestros hijos aprenden a ser su propia persona, a tomar decisiones ellos solos, a convivir más con sus compañeros, a vivir situaciones de amor correspondido o amor no correspondido y, en definitiva, a servir como ser independientes en el mundo.
Es una tarea tan importante para su futuro como adulto como complicado, y hay que respetar su forma de afrontar los retos de esta edad y, en la mayor medida posible, comprender su complejidad. Es fácil desesperarse cuando vemos a nuestros hijos tambalear entre la dependencia de un niño y la independencia de un adulto según el desafío del momento, pero hay que armarse de paciencia e intentar no dejarle ver nuestra frustración.
No podemos trasladar (todavía) nuestras reglas y soluciones de adultos a los problemas y situaciones de nuestros adolescentes. Los adultos afrontamos los retos con un sentido mucho más desarrollado sobre quiénes somos, cuáles son los valores importantes, qué deseamos y cómo lo conseguimos. Pero no podemos - ni debemos intentar - trasladar este sentido (logrado después de muchos años de aprendizaje personal y profesional) a nuestros hijos. No debemos imponer nuestra manera de hacer las cosas o arreglar situaciones difíciles, por mucho que estemos más preparados para ellos para hacerlo. Podemos - y debemos - escuchar, aconsejar, ayudar o ensayar con ellos. Pero nada más. Tienen que aprender, y debemos respetar su manera de hacerlo en la mayor medida posible.
Errores, falsos inicios, opiniones equivocadas, acciones impulsivas, obsesiones pasajeras, lealtades cruzadas, fracasos..... todo forman parte de este aprendizaje. Los adolescentes no sólo tienen que aprender la respuesta correcta a una dada situación, sino que tienen que comprender el valor de esa respuesta y esto es algo que a veces sólo se aprende a través de la experiencia. Es un camino complicado, confuso y difícil, que requiere la comprensión y el apoyo de madres, padres, y familiares mayores.
Adolescentes que se sienten capaces de contarles a sus padres sus temores, sus fracasos y sus aspiraciones sin ser juzgados, tienen muchas más posibilidades de convertirse en adultos seguros y buenas personas que aquellos adolescentes que sienten la necesidad de esconderles todo a sus padres. Nuestro reto como padres de adolescentes es mantener abiertas las vías de comunicación, trasladar nuestras inquietudes a nuestros hij@s sin predicarles, aprender a explicar nuestra postura sin menospreciar la suya, respetarles y conseguir que nos respeten, contar hasta diez antes de gritar...
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