No hay nada en esta vida que pueda cambiar el amor de un hijo con una madre y, de la madre con el hijo. Por que ese cariño es único y ese amor sólo existe entre ellos.
A nuestras madres podremos hacerles una mala cara que nos responderán con una sonrisa, podremos estar sin llamarla 2 días que al 3º ella nos preguntará si estamos bien, podremos regalarle un dibujo y este será el mejor del mundo... Una relación única, esa es la de una madre y un hijo.
Pobre mozo! ¿Dónde vas?
Inclinando la
cabeza
Suspiras, y con tristeza
Vuelves los ojos atrás.
-Con pena voy caminando,
Porque en aquella casita
Queda mi madre bendita
Desconsolada y llorando.
-¿Y por qué dejas tu tierra,
Y el más sublime cariño,
Triste joven, casi un niño?
-Porque me voy a la guerra.
No os admire si me aflijo;
Acaso no
vuelva a ver
Aquella santa mujer,
Ni a oír que me llama ¡hijo!
-De pena razón tuviste.
-Si junto aquella casita
Veis a
mi madre bendita,
No la digáis que voy triste.
Concepción
Arenal: La caridad en la guerra
Y a ti madre amorosa
los tristes ojos con afán volvemos
en la
airada tormenta procelosa
y en ti esperamos y en tu amor creemos
y a
ti tornados a tus pies caemos.
Porque del hijo Santo
quien ha escupido
en la divina cara
arrepentido al cabo ¿a quién mostrará
más que a la madre el doloroso llanto?
¡Ah!, ¿quién
le comprendiera
ni quién capaz para enjugarle fuera
si no quien
puede de su dulce boca,
con la dulce sonrisa
calmar la ira que el baldón
provoca,
como disipa la apiñada niebla
el lento soplo de la blanda
brisa?
¡Oh dulce madre celestial y bella
feliz mil veces quien
a ti se acoge
y el norte sigue de tu fija estrella
y tu divina luz constante
adora,
feliz mil veces, inmortal Señora!
Cantos del
trovador : colección de leyendas y tradiciones históricas
José
Zorrilla