Yo no he conocido otra protección sino
la suya. Me hablan ustedes de un rey de Dacia, que es mi padre. ¿Los padres
acarician a sus hijos?... No recuerdo que me haya besado el rey de Dacia. Mi madre
sí: he calentado mil veces la cara en su pecho; he conciliado el sueño
en su regazo; sus brazos me acogieron amorosamente. Si tengo alguna educación,
es porque mi madre me buscó profesores; si no estragué en el vicio
mis veinte años, es porque mi madre supo preservarme con su cariño.
En mis en enfermedades, ella me asistía; en mis soledades, ella me consolaba...
No; mi familia, es mi madre. Hasta las comodidades materiales que me rodean, la
hacienda que disfruto, y que hace de mí un privilegiado de la vida, la
debo al trabajo de mi madre.. ¡...
(El saludo de las brujas, Emilia Pardo Bazán)
...Genio benéfico, ángel
de la guarda, ambiente puro y saludable, la madre rodea al hijo, le ve, le cuida,
le defiende por todas partes: delegado de Dios, la madre penetra lo futuro; inspirada
y santa pitonisa, adivina los males que han de sobrevenir a su descendiente: esa
inquietud, esa palidez, esa amable pertinencia con que nos favorece cada día,
todo es amor. Su corazón es una fuente pura: bebamos en él para
crecer sanos y virtuosos: su alma es un divino espejo; mirémonos en él
para corregir nuestras deformidades. Si nos dejásemos alumbrar por ella,
¡cuán claros resplandeceríamos! Si nos dejásemos inspirar
por ella, ¡cuán prudentes juzgaríamos! Si nos dejásemos
guiar por ella, ¡cuán rectos caminaríamos! No hay madre que
no sea un sabio, cuando se trata de la felicidad de su hijo; no hay madre que
no sea poderosa, cuando su hijo necesita de su protección: cada cual en
su esfera, todas son eficaces, desde la pobre desvalida que en una puerta de calle
tiene a su parvulito en los brazos, hasta la señora coronada que anda mostrando
a los pueblos el heredero del trono, todas viven y obran para su hijo; la una
mira con sus ojos de hambre al transeúnte compasivo, que le echa un sueldo
en el regazo; ya tiene pan para su hijo; la otra se pasea pomposamente en el imperio,
derramando grandiosas caridades; ya tiene simpatías para su hijo. La madre,
la madre para el hijo; ni el peligro la intimida, ni el sacrificio es superior
a sus fuerzas, ni su ruina la contiene, si va a salvarle y hacerle un nuevo bien....
Juan
Montalvo / Juan Montalvo