domingo, diciembre 11, 2005

Envejecer y soledad

Después del artículo anterior debemos ser más serios. La soledad es un tema muy serio y a menudo es el compañero inevitable de las personas mayores.

Muchas veces la soledad es causada por la muerte de un ser muy querido. Hace poco leí un artículo de Katherin Whitehorn en el periódico sobre sus sentimientos después de haber perdido a su marido. Escribió las siguientes palabras: "El matrimonio es el agua en el que nadan dos personas, es un país ocupado por los dos, los hábitos y expectativas que comparten sobre el futuro, las opiniones sobre lo que es divertido o deplorable, las costumbres en la casa..... No "superas" la muerte de tu esposo; pero tienes que aprender a vivir en otro país en el que vives como un refugiado involuntario"

La palabra "refugiado" describe bastante bien cómo es ser viejo. A veces te sientes solo al formar parte de una generación considerada anticuada por muchas personas y lejos de la vida y cultura contemporánea. Cuando intentas relacionarte con personas más jóvenes, te das cuenta que hablas otro idioma y que tienes otros valores. Es posible que tus habilidades y conocimientos de otra época resulten tan limitados y frágiles que la gente te hable como si fueses un niño retrasado al quién hay que tratar con más humor que respeto.

Antes cuando visitaba a personas en las plantas geriátricas de hospitales, me solía preocupar como las enfermeras y auxiliares utilizaban siempre el primer nombre de los pacientes cuando se dirigían hacia ellos (José, Maria, Amparo...), mientras que antes, en tiempos más formales y, para ellos, más felices, serían conocidos por su apellido (Sr.... o Sra....).

También existe cierta soledad en pertenecer a un grupo social reducido. Cuanto trabajábamos todavía, existían diversas actividades en las que participábanos en nuestro entorno. Pero ahora tenemos menos energía y conocemos a menos personas y tal vez tengamos la carencia del estímulo que antes nos aportaban. Nuestros horizontes tienen ahora más límites que antes, y puede que nos sentimos incomodos - y solos - mientras vivimos dentro de ellos.

Pero no está todo perdido. Desde luego que no. Ya hemos citado la importancia de la amistad en la tercera edad, y debemos cuidar mucho a nuestros amigos, sobre todo a los más jóvenes cuyo futuro es para nosotros tan importante como el nuestro limitado.

Podemos tomar más iniciativa que nunca en cómo organizar nuestro tiempo. Demasiada rutina puede resultar aburrida, aunque sí necesitamos cierta organización en nuestra vida. Para algunos de nosotros la lectura se convierte en un recurso muy apreciado y nos presenta mundos imaginarios o investigados. Personalmente la historia y las biografías me resultan cada vez más interesantes, y también existen muchas novelas maravillosas.

Otro de los grandes regalos de la tercera edad es nuestra capacidad de reflexión, mientras contemplamos el pasado, procurando no desvariar demasiado en nuestros pensamientos, intentamos profundizar en el sentido y el valor de la vida.

Bryan