EMPRESARIOS Y EMPRENDEDORES
SOBRE LOS EMPRESARIOS Y LOS EMPRENDEDORES
Es evidente que en España, y tal vez en nuestra cercanía, existen empresas y empresarios ejemplares, comparables con los mejores del mundo. Empresas bien gestionadas, con un alto índice de modernidad, si por modernidad entendemos el buen uso que hacen de todas cuantas herramientas, medios y avances les proporciona la sociedad del conocimiento en la que vivimos Y en este maratón de selectas las hay grandes pequeñas y medianas, aunque, evidentemente, las empresas que invierten para avanzar, dependen de sus recursos y de la capacidad de sus dirigentes para rastrear, arriesgándose por supuesto, la siempre importante tarea de estar al día..
Convendría aquí distinguir entre Empresarios, Emprendedores y simples Inversores. Coloquialmente se confunden, pero, para mí, les separan diferencias que son esenciales.
El Emprendedor abre camino, olfatea y se siente atraído por la aventura de nuevos negocios; crea, inventa, arriesga y le gustan los envites que a cada paso le ofrece el mundo del comercio.
Empresario es quien dirige, gestiona, administra transmitiendo ilusión a sus colaboradores; hace equipo y tiene, es un decir, la empresa en su cabeza aunque no pierde la oportunidad de formarse más porque sabe bien que sus decisiones son fundamentales para que la empresa avance. Menos arriesgado que el emprendedor, es más temeroso de nuevos caminos que suponen nuevos riesgos.
Ambos se necesitan y es frecuente que todas estas particularidades se junten en una misma persona.
Inducen a una lamentable confusión quienes incluyen en un mismo saco a empresarios-emprendedores junto a los simples y puros inversores.
El Inversor estudia la oportunidad de poner su dinero, y no otra cosa, donde espera que la veleta de los negocios le gire con más ventaja. No crea, ni organiza, ni interviene en la empresa: simplemente invierte a corto o largo plazo en asuntos que gestionan y administran otros. ¡ Ojo!, me parecen necesarios y convenientes, pero por favor, que no se denominen por el apelativo que no les corresponde. Es como si yo, por escribir cuatro líneas que no pretenden más que ayudar a reflexionar, me llamase enfáticamente “escritor” o artista de la pluma. A cada cual lo suyo,
Es más, el empresario de toda la vida que por problemas del “sin- futuro” cierra la empresa y traspasa sus recursos al simple oficio de comprar, esperar, y vender, deja de ser empresario y pasa a ser, y así debe llamarse, Especulador. El diccionario de la R. Real Academia Española deja claro que especular es “efectuar operaciones financieras o comerciales con la esperanza de obtener beneficios basados en las variaciones de los precios”.
Los cuatro tienen su hueco en el mercado. Los dos primeros, ayudados en ocasiones por el tercero, crean riqueza para la sociedad. El cuarto sólo la aprovecha para sí mismo, aunque la verdad es que los cuatro se juegan, con mayor o menor riesgo, sus dineros.
Lejos de mi ánimo juzgar o hacer crítica de ninguno de estos personajes que describo y que se mueven en el campo del comercio: simplemente abogo porque se les denomine a cada uno por su nombre.
Y a eso voy: hacer empresa es también invertir en inteligencia, en intangibles: es la condición imprescindible que se necesita para aprovechar la inmensidad de medios de que hablábamos en “LA MIOPÍA EMPRESARIAL”, puesto que no hacerlo, es estar fuera de órbita. Y mira por donde es, en el campo de algunas medianas empresas (digamos que en el 90%), donde se escatima, se cicatea, se regatean recursos para contratar valores de inteligencia.
Me parece bien que un empresario “situado” tenga un Mercedes 600 y un todo terreno, que su mujer exhiba un Porche y que sus hijos estudien en Suiza o en Estados Unidos, que practique el esquí a cientos de kilómetros y que invierta millones en un yate a nombre de la empresa, puesto que hay que ir a Ibiza donde está la movida veraniega, porque es flotando o con un whisky al sol, donde se hacen los grandes negocios. Tampoco me importa reconocerle que las mejores operaciones las realiza en su finca de caza mayor, o que vuele en preferente o en Jet, que para eso se sacrifica por la empresa. Y mucho menos me preocupa que aspire a Presidente del equipo de sus entretelas, que sea miembro de alguna sociedad-lobby de perfil americano y seguramente miembro de una o varias fundaciones donde ha entrado buscando brillo.
Lo que me parece, cuando menos, grotesco es que se rodee de mediocres porque los más capacitados son caros; que ponga reparos a la hora de pagar tecnologías punta o no invierta en investigación sobre sus propios productos, y renuncie o escatime a buenos profesionales que le asesoren porque se le llevan la “pasta” que tanto le cuesta ahorrar; como si el conocimiento y el saber hacer les llegara a los profesionales por ciencia infusa.
No me extraña que estemos a la cola en modernización o que parte de nuestro tejido industrial desaparezca. Y es que a nuestros protagonistas de estas historias les cuesta asimilar en el orden de prioridades que la empresa tiene sus propias necesidades como él tiene las suyas.
¿Ustedes lo entienden?
Yo, no.
Es evidente que en España, y tal vez en nuestra cercanía, existen empresas y empresarios ejemplares, comparables con los mejores del mundo. Empresas bien gestionadas, con un alto índice de modernidad, si por modernidad entendemos el buen uso que hacen de todas cuantas herramientas, medios y avances les proporciona la sociedad del conocimiento en la que vivimos Y en este maratón de selectas las hay grandes pequeñas y medianas, aunque, evidentemente, las empresas que invierten para avanzar, dependen de sus recursos y de la capacidad de sus dirigentes para rastrear, arriesgándose por supuesto, la siempre importante tarea de estar al día..
Convendría aquí distinguir entre Empresarios, Emprendedores y simples Inversores. Coloquialmente se confunden, pero, para mí, les separan diferencias que son esenciales.
El Emprendedor abre camino, olfatea y se siente atraído por la aventura de nuevos negocios; crea, inventa, arriesga y le gustan los envites que a cada paso le ofrece el mundo del comercio.
Empresario es quien dirige, gestiona, administra transmitiendo ilusión a sus colaboradores; hace equipo y tiene, es un decir, la empresa en su cabeza aunque no pierde la oportunidad de formarse más porque sabe bien que sus decisiones son fundamentales para que la empresa avance. Menos arriesgado que el emprendedor, es más temeroso de nuevos caminos que suponen nuevos riesgos.
Ambos se necesitan y es frecuente que todas estas particularidades se junten en una misma persona.
Inducen a una lamentable confusión quienes incluyen en un mismo saco a empresarios-emprendedores junto a los simples y puros inversores.
El Inversor estudia la oportunidad de poner su dinero, y no otra cosa, donde espera que la veleta de los negocios le gire con más ventaja. No crea, ni organiza, ni interviene en la empresa: simplemente invierte a corto o largo plazo en asuntos que gestionan y administran otros. ¡ Ojo!, me parecen necesarios y convenientes, pero por favor, que no se denominen por el apelativo que no les corresponde. Es como si yo, por escribir cuatro líneas que no pretenden más que ayudar a reflexionar, me llamase enfáticamente “escritor” o artista de la pluma. A cada cual lo suyo,
Es más, el empresario de toda la vida que por problemas del “sin- futuro” cierra la empresa y traspasa sus recursos al simple oficio de comprar, esperar, y vender, deja de ser empresario y pasa a ser, y así debe llamarse, Especulador. El diccionario de la R. Real Academia Española deja claro que especular es “efectuar operaciones financieras o comerciales con la esperanza de obtener beneficios basados en las variaciones de los precios”.
Los cuatro tienen su hueco en el mercado. Los dos primeros, ayudados en ocasiones por el tercero, crean riqueza para la sociedad. El cuarto sólo la aprovecha para sí mismo, aunque la verdad es que los cuatro se juegan, con mayor o menor riesgo, sus dineros.
Lejos de mi ánimo juzgar o hacer crítica de ninguno de estos personajes que describo y que se mueven en el campo del comercio: simplemente abogo porque se les denomine a cada uno por su nombre.
Y a eso voy: hacer empresa es también invertir en inteligencia, en intangibles: es la condición imprescindible que se necesita para aprovechar la inmensidad de medios de que hablábamos en “LA MIOPÍA EMPRESARIAL”, puesto que no hacerlo, es estar fuera de órbita. Y mira por donde es, en el campo de algunas medianas empresas (digamos que en el 90%), donde se escatima, se cicatea, se regatean recursos para contratar valores de inteligencia.
Me parece bien que un empresario “situado” tenga un Mercedes 600 y un todo terreno, que su mujer exhiba un Porche y que sus hijos estudien en Suiza o en Estados Unidos, que practique el esquí a cientos de kilómetros y que invierta millones en un yate a nombre de la empresa, puesto que hay que ir a Ibiza donde está la movida veraniega, porque es flotando o con un whisky al sol, donde se hacen los grandes negocios. Tampoco me importa reconocerle que las mejores operaciones las realiza en su finca de caza mayor, o que vuele en preferente o en Jet, que para eso se sacrifica por la empresa. Y mucho menos me preocupa que aspire a Presidente del equipo de sus entretelas, que sea miembro de alguna sociedad-lobby de perfil americano y seguramente miembro de una o varias fundaciones donde ha entrado buscando brillo.
Lo que me parece, cuando menos, grotesco es que se rodee de mediocres porque los más capacitados son caros; que ponga reparos a la hora de pagar tecnologías punta o no invierta en investigación sobre sus propios productos, y renuncie o escatime a buenos profesionales que le asesoren porque se le llevan la “pasta” que tanto le cuesta ahorrar; como si el conocimiento y el saber hacer les llegara a los profesionales por ciencia infusa.
No me extraña que estemos a la cola en modernización o que parte de nuestro tejido industrial desaparezca. Y es que a nuestros protagonistas de estas historias les cuesta asimilar en el orden de prioridades que la empresa tiene sus propias necesidades como él tiene las suyas.
¿Ustedes lo entienden?
Yo, no.
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