Los robots mas sofisticados se exponen en Japón
Exposición de la industria robótica en Japón en Tokio
En una época en la que la polivalencia es un más, Motoman podría ser el empleado ideal. Cuando no está realizando soldaduras por puntos en una línea de producción de automóviles, está lanzando crepes –sin derramar ni una gota de masa– e incluso se le podría pedir que realizara análisis de sangre rutinarios. Motoman es uno de los cientos de robots de tecnología punta que se exhibieron la semana pasada en la feria bienal del sector celebrada en Tokio.
La industria de los robots en Japón fue valorada en 522.000 millones de yenes el año pasado, una cifra que los fabricantes esperan alcance los 900.000 millones de yenes en el 2016.
Y a juzgar por las máquinas exhibidas en Tokio, la precaria situación de la economía y el envejecimiento de la población en Japón han conducido a un nuevo énfasis en sus usos prácticos y comerciales, como empaquetar, levantar pesos, soldar, realizar trabajos de albañilería y rastrear tras desgracias originadas por desastres naturales.
A pesar de los persistentes temores a que algún día esos robots se vuelvan en contra de sus creadores –o al menos resulten incompatibles como colegas– hay muchas esperanzas de que plataformas de investigación como Hiro, un humanoide de Kawada Industries, demuestren que podemos coexistir.
Hiro, también expuesto en la feria de Tokio la semana pasada, puede reconocer los colores y las formas, levantar y manipular objetos con sus brazos y manos mecánicos ultradiestros y obedecer órdenes verbales sencillas. Hiro también es capaz de reconocer las caras de las personas y asociarlas a sus voces, lo que implica que podría interactuar con colegas o clientes.
El envejecimiento de la sociedad japonesa y la baja tasa de nacimientos del país han originado un mercado potencialmente considerable de robots de compañía y ayuda.
La silla de ruedas robótica de la Universidad de Tokio utiliza sensores que permiten a los usuarios controlar sus movimientos cambiando de lado su peso corporal, mientras el robot móvil de “asistencia a humanos” de NSK –un perro guía de alta tecnología sobre ruedas– guía a su propietario para salvar obstáculos.
Uno de los elemento más esperados de la exposición fue el nuevo traje de fuerza mejorado de la Universidad de Ciencias de Tokio debido a que se empezará a producir para uso comercial el próximo año. Este traje permite a la persona que lo viste realizar trabajos de levantamientos agotadores y tiene unos usos muy evidentes entre ancianos y enfermos.
Otros robots de nueva generación demostraron unos niveles de destreza y delicadeza inimaginables hace apenas unos años; suficientes, por ejemplo, para construir modelos de Lego, sostener rodajas de bizcocho sin aplastarlas o transmitir imágenes de vídeo en vivo mientras se deslizan entre los escombros causados por un terremoto (ver vídeo al final del post).
Pero no todas las últimas creaciones son tan serias. El entretenimiento paralelo lo puso Topio, un humanoide plateado que juega al tenis de mesa, mientras el diminuto Manoi Go –que cuesta 1.000 libras– reafirmó su reputación como la próxima ciberestrella tras mostrar sus habilidades como bailarín de breakdancing.
En una época en la que la polivalencia es un más, Motoman podría ser el empleado ideal. Cuando no está realizando soldaduras por puntos en una línea de producción de automóviles, está lanzando crepes –sin derramar ni una gota de masa– e incluso se le podría pedir que realizara análisis de sangre rutinarios. Motoman es uno de los cientos de robots de tecnología punta que se exhibieron la semana pasada en la feria bienal del sector celebrada en Tokio.
La industria de los robots en Japón fue valorada en 522.000 millones de yenes el año pasado, una cifra que los fabricantes esperan alcance los 900.000 millones de yenes en el 2016.
Y a juzgar por las máquinas exhibidas en Tokio, la precaria situación de la economía y el envejecimiento de la población en Japón han conducido a un nuevo énfasis en sus usos prácticos y comerciales, como empaquetar, levantar pesos, soldar, realizar trabajos de albañilería y rastrear tras desgracias originadas por desastres naturales.
A pesar de los persistentes temores a que algún día esos robots se vuelvan en contra de sus creadores –o al menos resulten incompatibles como colegas– hay muchas esperanzas de que plataformas de investigación como Hiro, un humanoide de Kawada Industries, demuestren que podemos coexistir.
Hiro, también expuesto en la feria de Tokio la semana pasada, puede reconocer los colores y las formas, levantar y manipular objetos con sus brazos y manos mecánicos ultradiestros y obedecer órdenes verbales sencillas. Hiro también es capaz de reconocer las caras de las personas y asociarlas a sus voces, lo que implica que podría interactuar con colegas o clientes.
El envejecimiento de la sociedad japonesa y la baja tasa de nacimientos del país han originado un mercado potencialmente considerable de robots de compañía y ayuda.
La silla de ruedas robótica de la Universidad de Tokio utiliza sensores que permiten a los usuarios controlar sus movimientos cambiando de lado su peso corporal, mientras el robot móvil de “asistencia a humanos” de NSK –un perro guía de alta tecnología sobre ruedas– guía a su propietario para salvar obstáculos.
Uno de los elemento más esperados de la exposición fue el nuevo traje de fuerza mejorado de la Universidad de Ciencias de Tokio debido a que se empezará a producir para uso comercial el próximo año. Este traje permite a la persona que lo viste realizar trabajos de levantamientos agotadores y tiene unos usos muy evidentes entre ancianos y enfermos.
Otros robots de nueva generación demostraron unos niveles de destreza y delicadeza inimaginables hace apenas unos años; suficientes, por ejemplo, para construir modelos de Lego, sostener rodajas de bizcocho sin aplastarlas o transmitir imágenes de vídeo en vivo mientras se deslizan entre los escombros causados por un terremoto (ver vídeo al final del post).
Pero no todas las últimas creaciones son tan serias. El entretenimiento paralelo lo puso Topio, un humanoide plateado que juega al tenis de mesa, mientras el diminuto Manoi Go –que cuesta 1.000 libras– reafirmó su reputación como la próxima ciberestrella tras mostrar sus habilidades como bailarín de breakdancing.
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