Reducir el riesgo de Alzheimer con dieta y ejercicio
La dieta y el ejercicio reducen el riesgo de Alzheimer
Los ancianos que se mantienen activos físicamente parecen tener un riesgo menor de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, al igual que los que siguen una dieta mediterránea saludable para el corazón, rica en fruta y vegetales y parca en carnes rojas. Ahora, un nuevo estudio ha descubierto que los efectos de estos dos comportamientos son independientes y que sus beneficios se suman.
El estudio de la Universidad de Columbia realizó un seguimiento de un grupo diverso de 1.880 septuagenarios neoyorquinos, evaluando sus dietas y niveles de actividad física, y realizándoles exploraciones periódicas para comprobar un posible desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Tras una media de cinco años, se diagnosticaron 282 casos de Alzheimer.
Los que siguieron las dietas más saludables se mostraron un 40% menos propensos a desarrollar la enfermedad de Alzheimer que los que siguieron las peores dietas, y los que hicieron más ejercicio se mostraron un 37% menos propensos a desarrollar la enfermedad que los que no hicieron nada. Sin embargo, los mayores beneficios se observaron en los que siguieron una dieta saludable y, además, se mantuvieron activos. Los participantes con las mejores puntuaciones (dentro del primer tercio de la lista) en cuanto a dieta y ejercicio mostraron ser un 59% menos propensos a padecer Alzheimer que los que puntuaron dentro del último tercio.
Mientras 1 de cada 5 participantes con las puntuaciones más bajas desarrollaron Alzheimer, en el caso de los participantes con las puntuaciones más altas, menos de 1 de cada 10 desarrollaron la enfermedad.
“El efecto es mayor, porque cada uno de los comportamientos es independiente y cada uno de ellos contribuye en algo único”, señaló el Dr. Nikolaos Scarmeas, profesor asociado de neurología en el centro Médico de la Universidad de Columbia y principal autor del trabajo, publicado en la revista The Journal of the American Medical Association.
Según él, la dieta puede protegernos debido a que puede mejorar los factores metabólicos y reducir los riesgos cardiovasculares, la inflamación y el estrés oxidativo, mientras que la actividad física se ha asociado con cambios positivos en el cerebro junto con otros efectos positivos.
La cantidad de actividad necesaria para marcar la diferencia no fue muy importante; los ancianos más activos solo realizaban cuatro horas de ejercicio moderado o 1,3 horas de alguna actividad enérgica a la semana, señaló el Dr. Scarmeas.
Fuente: New York Times
Los ancianos que se mantienen activos físicamente parecen tener un riesgo menor de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, al igual que los que siguen una dieta mediterránea saludable para el corazón, rica en fruta y vegetales y parca en carnes rojas. Ahora, un nuevo estudio ha descubierto que los efectos de estos dos comportamientos son independientes y que sus beneficios se suman.
El estudio de la Universidad de Columbia realizó un seguimiento de un grupo diverso de 1.880 septuagenarios neoyorquinos, evaluando sus dietas y niveles de actividad física, y realizándoles exploraciones periódicas para comprobar un posible desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Tras una media de cinco años, se diagnosticaron 282 casos de Alzheimer.
Los que siguieron las dietas más saludables se mostraron un 40% menos propensos a desarrollar la enfermedad de Alzheimer que los que siguieron las peores dietas, y los que hicieron más ejercicio se mostraron un 37% menos propensos a desarrollar la enfermedad que los que no hicieron nada. Sin embargo, los mayores beneficios se observaron en los que siguieron una dieta saludable y, además, se mantuvieron activos. Los participantes con las mejores puntuaciones (dentro del primer tercio de la lista) en cuanto a dieta y ejercicio mostraron ser un 59% menos propensos a padecer Alzheimer que los que puntuaron dentro del último tercio.
Mientras 1 de cada 5 participantes con las puntuaciones más bajas desarrollaron Alzheimer, en el caso de los participantes con las puntuaciones más altas, menos de 1 de cada 10 desarrollaron la enfermedad.
“El efecto es mayor, porque cada uno de los comportamientos es independiente y cada uno de ellos contribuye en algo único”, señaló el Dr. Nikolaos Scarmeas, profesor asociado de neurología en el centro Médico de la Universidad de Columbia y principal autor del trabajo, publicado en la revista The Journal of the American Medical Association.
Según él, la dieta puede protegernos debido a que puede mejorar los factores metabólicos y reducir los riesgos cardiovasculares, la inflamación y el estrés oxidativo, mientras que la actividad física se ha asociado con cambios positivos en el cerebro junto con otros efectos positivos.
La cantidad de actividad necesaria para marcar la diferencia no fue muy importante; los ancianos más activos solo realizaban cuatro horas de ejercicio moderado o 1,3 horas de alguna actividad enérgica a la semana, señaló el Dr. Scarmeas.
Fuente: New York Times
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